Cerraba el siglo XX. En el punto más lejano de la Dominicana, ahí donde el Atlántico y el Caribe se funden en un amoroso abrazo, el Paraíso esperaba para seducir a Don Pedro Ramón L. Oliver.
En ese entonces, la travesía era ardua, azarosa. Largos y peligrosos caminos, entre el cañaveral y el batey, en los que se aventuró, con su familia, para ir a celebrar el amor: la boda de su sobrina con un joven norteamericano.
Cerraba el siglo XX. En el punto más lejano de la Dominicana, ahí donde el Atlántico y el Caribe se funden en un amoroso abrazo, el Paraíso esperaba para seducir a Don Pedro Ramón L. Oliver.
En ese entonces, la travesía era ardua, azarosa. Largos y peligrosos caminos, entre el cañaveral y el batey, en los que se aventuró, con su familia, para ir a celebrar el amor: la boda de su sobrina con un joven norteamericano.